Vladímir Mayakóvskiy: «Carta a Tatiána Yákovleva»

Аудио книга

Письмо Татьяне Яковлевой

В поцелуе рук ли,
губ ли,
в дрожи тела
близких мне
красный
цвет
моих республик
тоже
должен
пламенеть.
Я не люблю
парижскую любовь:
любую самочку
шелками разукрасьте,
потягиваясь, задремлю,
сказав —
тубо —
собакам
озверевшей страсти.
Ты одна мне
ростом вровень,
стань же рядом
с бровью брови,
дай
про этот
важный вечер
рассказать
по-человечьи.
Пять часов,
и с этих пор
стих
людей
дремучий бор,
вымер
город заселенный,
слышу лишь
свисточный спор
поездов до Барселоны.
В черном небе
молний поступь,
гром
ругней
в небесной драме,-
не гроза,
а это
просто
ревность двигает горами.
Глупых слов
не верь сырью,
не пугайся
этой тряски,—
я взнуздаю,
я смирю
чувства
отпрысков дворянских.
Страсти корь
сойдет коростой,
но радость
неиссыхаемая,
буду долго,
буду просто
разговаривать стихами я.
Ревность,
жены,
слезы…
ну их! —
вспухнут веки,
впору Вию.
Я не сам,
а я
ревную
за Советскую Россию.
Видел
на плечах заплаты,
их
чахотка
лижет вздохом.
Что же,
мы не виноваты —
ста мильонам
было плохо.
Мы
теперь
к таким нежны —
спортом
выпрямишь не многих,—
вы и нам
в Москве нужны,
не хватает
длинноногих.
Не тебе,
в снега
и в тиф
шедшей
этими ногами,
здесь
на ласки
выдать их
в ужины
с нефтяниками.
Ты не думай,
щурясь просто
из-под выпрямленных дуг.
Иди сюда,
иди на перекресток
моих больших
и неуклюжих рук.
Не хочешь?
Оставайся и зимуй,
и это
оскорбление
на общий счет нанижем.
Я все равно
тебя
когда-нибудь возьму —
одну
или вдвоем с Парижем.

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Carta a Tatiána Yákovleva

En el beso de las manos
o de los labios,
o en el temblor del cuerpo
tan cercanos a mi
el color
rojo
de mis repúblicas
también
debería arder.
No me gusta
el amor parisino:
a cualquier hembra
que adornéis con las sedas,
estirándome, me quedaré dormido,
diciendo:
quietos
a los perros
de la pasión enfurecida.
Eres la única
que llega a mi altura,
ponte al lado,
cejas al lado de cejas,
déjame
que te cuente
sobre esta tarde
con normalidad.
Son las cinco
y a partir de esta hora
la poesía
de la gente
es un espeso bosque,
se extinguió
la ciudad poblada,
oigo tan solo
la discusión de los silbidos
de los trenes a Barcelona.
En el cielo oscuro
dan pasos los relámpagos,
los truenos
del improperio
confluidos en el drama celestial,
no se trata de una tormenta,
sino que son,
simplemente,
los celos que mueven las montañas.
No creas en los insumos
de las palabras estúpidas,
no tengas miedo
a los temblores,
embridaré,
dominaré
los sentimientos
de los descendientes nobiliarios.
Los reproches de la pasión
desaparecerán como escaras,
pero la felicidad es
irresecable,
largas horas
simplemente
hablaré en versos.
Los celos,
las esposas,
las lágrimas…
¡Que se vayan!
se hincharán los párpados
como si del viy[1]  fuesen.
No soy yo,
pero
tengo celos
por la Rusia soviética.
Vi
en los hombros remiendos,
y los alcanza
el suspiro
de la tisis.
Pues,
no tenemos la culpa:
cien millones
se sintieron mal.
Ahora
sentimos
ternura hacia tales;
con el deporte
se enderezan pocos,
os
necesitamos en Moscú,
nos hacen falta
los zanquilargos.
No eres tú,
la que en las nevadas
y en tiempos de tifus
entraba
con estas piernas,
y aquí
la que las
tiene que dejar
a las caricias
en las cenas
con los petroleros.
No pienses,
entornando los ojos
debajo de la arqueada.
Ven aquí,
ven a la encrucijada
de mis grandes
y torpes manos.
¿No quieres?
Entonces, quédate, para todo el invierno,
y este
insulto
lo hilamos por nuestra cuenta.
Algún día
te tendré
a ti sola
o a ambos,
a París y a ti.


Notas:

[1] El viy es una criatura demoníaca del género masculino que es capaz de matar con su mirada. Sus ojos cubren enormes párpados y pestañas que el demonio no puede abrir sin ayuda ajena. Uno de los personajes de la novela mística de Nikoláy Gógol es el viy. De ahí que la novela se titula «El viy».

Ъ - Николай Гоголь:


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Fuentes:

  1. http://slova.org.ru/mayakovskiy/pismo_tatyane_yakovlevoy/

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